Mientras volaba el domingo a bordo del Air Force One rumbo a Nueva Orleans para asistir a la final de la Super Bowl, Donald Trump anunció su última, hasta la fecha, medida proteccionista: la imposición de aranceles del 25% para todas las importaciones que realice Estados Unidos de acero y aluminio. Y, a continuación, añadió que ayer lunes a última hora oficializaría y detallaría esta medida. Ayer por la noche, el mandatario estadounidense firmó dos órdenes ejecutivas que oficializaron la medida.
Durante la campaña electoral, Trump proclamó su intención de redefinir las relaciones comerciales de EE.UU. con el resto de países, echando mano de una agresiva política arancelaria. Ahora está sustanciando sus amenazas. Primero lo hizo con aranceles del 25% a Canadá y México, sus vecinos al norte y al sur, y del 10% a China. Las medidas aplicadas a esos vecinos fueron suspendidas por un mes al poco de ser divulgadas. No así las aplicadas a Pekín, que ya ha respondido a Washington con otras semejantes. Ahora llegan estos aranceles relativos al acero y al aluminio, que a priori pueden ir dirigidos a cualquier país que los exporte a EE.UU.
Aun así, de entrada los principales perjudicados son Canadá (primer exportador a EE.UU., con 6,6 millones de toneladas anuales), Brasil o México. China ocupa un elevado lugar en esta lista, pero desde que Trump le impuso aranceles durante su primer mandato ahora exporta mucho acero y aluminio a otros países, como Canadá, a través de los cuales pueden acabar arribando al mercado estadounidense. Cabe señalar, por tanto, que los tres países que fueron amenazados con aranceles días atrás serían de nuevo grandes perjudicados por la última medida de Trump. Aunque no los únicos, puesto que como ya se ha dicho tal medida es aplicable a cualquier país.
El presidente de EE.UU. da una nueva vuelta de tuerca al anunciar tasas al acero y el aluminio
Las razones esgrimidas por Trump para materializar su ofensiva arancelaria son varias. Desde las relacionadas con la defensa y la necesidad de reducir la dependencia de otros países para obtener tales materiales hasta las relativas a la protección de la industria nacional y sus puestos de trabajo. Son dos razones en parte comprensibles, aunque las represalias de los países afectados pueden acabar encareciendo precios de los bienes de importación en el mercado de EE.UU., hasta el punto, según un estudio reciente, de contribuir a elevar la inflación del 2,9 del año pasado al 4%. Otras razones aducidas, como la lucha contra la inmigración irregular o el tráfico de drogas, parecen más discutibles.
Aunque las bolsas mundiales se mostraron ayer poco sensibles al anuncio de Trump, la inquietud es palpable en las economías desarrolladas: el presidente estadounidense ha anunciado además que esta semana llegarán nuevas medidas. La Unión Europea podría estar ahora en la diana, puesto que EE.UU. es el primer destinatario de sus exportaciones, que suponen el 19,7% del total de las ventas comunitarias, generando un superávit comercial con Washington de 155.800 millones de euros en el 2023, algo que Trump considera “una atrocidad”. Si impusiera aranceles a la UE, sectores como el farmacéutico o el automovilístico se resentirían. España se vería también afectada, aunque en menor medida, ya que nuestras exportaciones a Estados Unidos suman 19.000 millones anuales, y la balanza entre ambos países es favorable a Washington.
Las guerras comerciales suelen perjudicar a cuantos países se ven involucrados en ellas. Ya se apuntó más arriba que esta podría tener efectos negativos para el bolsillo del consumidor estadounidense y para la inflación. Por no hablar de las consecuencias para las exportaciones de EE.UU., el segundo país del mundo por volumen de ventas, valoradas en más de dos billones de dólares, que podrían verse dañadas si proliferan los aranceles impuestos en respuesta a los de Washington. Ya se verá. La UE dijo ayer que reaccionaría de inmediato si le eran aplicados.
La UE, que tiene amplio superávit comercial con Washington, podría estar en la diana trumpista
Trump refleja a menudo la tendencia, tan propia de EE.UU., al think big (pensar a lo grande). Pero algunas de las ambiciones expansionistas que ha lanzado a los cuatro vientos, como las referidas a Groenlandia, Canadá, el canal de Panamá o Gaza, no son de fácil satisfacción y podrían quedarse en bravatas. Habrá, pues, que saber cuál es el futuro de los aranceles que estos días agitan la escena global: si adquieren firmeza, si se van atemperando poco a poco (como ya ocurrió con algunos de los impuestos bajo su primer mandato) o si se están formulando con el principal propósito de disponer de un valor de cambio en una eventual negociación.